Aprendí a conocer a la inconstancia y a alargar el instante que me daba, fui viviendo a medida que llegaba el tiempo en el reloj: mágica instancia. Tiempo de arena. Tiempo detenido en mi mano alfarera que soñaba aprisionar al viento que flotaba sobre mi piel en beso convertido. Abrí los ojos. Era un nuevo día, a lo lejos el viento se mecía en la barca de un tiempo sin frontera. Ha de volver un día a mi ventana, la tarde lo traerá, talvez mañana suspendido en el hilo de mi espera. María Cristina Orantes