(gentileza de Amélia Pais) Amé su cuerpo entonces y su alma. Su piel fue para mí la tierra firme; la soñé como un sexto continente no registrado en mapas todavía. Soñé la bahía de su boca. Su pelo era una selva virgen que abría su misterio mineral y oscuro. Soñé con las ciudades de sus pechos. Los ríos de las venas que afloran en su piel eran rutas abiertas a la navegación y al gozo. Se podía viajar en su mirada. En las blancas llanuras de sus manos yo cultivé el maíz y buenas relaciones. Después no pude estar sino en su cercanía. Otto Raúl González