Vienen las horas, horas de cielo azul, y de verano, sobre la copa verde. Vienen sobre las velas de la mar del sur y luego sobre los hombres vienen. Crujen al paso del timón y saltan, y desde entonces saltan sobre los meses. Y un caracol de manos entre la espuma coge su mes de plata y lo desenvuelve. (...) Vienen las horas y yo quería un rápido florecimiento de amor, una inminente paz cuajada bajo los techos. ¡La vida manda que pueble estos caminos oscuros!... Yo quería una verde provincia de pan y frutas erguida sobre un mapa reciente, junto al agua de piedras que el puño alcanza, y el afán alcanza y el sudor contiene... La vida manda que pueble estos caminos: manda que pueble estos caminos y entonces sale esta voz de sombras y de raíces amargas y de mariposas de fiebre, de esta garganta tupida de raíces amargas y de encendidas mariposas de fiebre. Pedro Mir