Recostada sobre arenas mentales, invisible hora Adornada de terrores, de secretos, de páginas verdes por el alba. Entre espumas del cuerpo, en constante trabajo desde que la noche se cierra, a tientas entre las débiles llamas que vienen de lo no siempre olvidado. Dulce animal de distintos vestidos incorporados al sueño, Propietario de olas, de selvas sumergidas, de almacenes de corales, Casi siempre a punto de morir en el pecho poético del hombre, Tan inclinado hacia el amor como que sientas palomas sobre sus rodillas. Me parece reconocer el aire que trae esas ondas, este ruido de maderas. Sueños construidos al borde de ciertas hojas que saben sonreír, Entre animales e insectos, entre nadadores terrestres, Cerca del abismo donde duermen los ángeles asesinados. Entre climas mentales, invisible tiempo, Poseído de mis mensajes, de mis pruebas, de mis deseos sobre espinas. Sin celestes alarmas, sin el olor blanco de las leyes. Dispuesto a los llamados, a las nocturnas experiencias, Al terror de las manos volcadas sobre los objetos, A la súbita fuga de las abejas de cenizas en los sueños perdidos. Rosamel del Valle