El inútil corazón de las palabras late inútilmente otra vez: una figura que no alcanza a bombearse a sí misma la sangre que repita el hastío, el inútil corazón de las palabras exhalando su postrera expiración. Condenado a un oficio menor, como barrer los pasillos que abandonan las palabras maldigo a mis patrones entre dientes, entre versos que no alcanzan a roer la estructura de este viejo edificio: el poema en que trabajo hace unos meses con desgano. Andrés Anwandter