Caminábamos oscuros por la noche sola de la mano de unos versos que cosían la boca con un par de puntos a favor del silencio -un juego de palabras-, la lengua se hacía un nudo de hilo, para enredar la metáfora de esas citas nocturnas que se llevaban a cabo en parques, cuyos nombres convertíamos en claves o cruces para marcar el mapa de nuestros desaciertos. Andrés Anwandter